JUGAR CON LOS NOMBRES

Nomina sunt numina

Sonia Sbolzani

 

 

La época de buen tiempo es tiempo de juegos por excelencia, juegos inspirados por el impulso de la naturaleza, que se renueva y disfruta de su máximo vigor. La montaña es, a mi modo de ver, uno de los lugares que más invitan a las performances lúdicas, a los amenos otia que deleitan y templan el cuerpo y la mente. Sí, porque el juego no ejerce su beneficiosa influencia solo sobre los miembros, sino también sobre el espíritu, al que me gusta llamar "el pensamiento del alma". Y lo que ahora me dispongo a hacer es, justamente, un juego del espíritu, un divertissement realzado por el aire efervescente y balsámico de la montaña.
Pues bien: mi insólito juego gira justamente en torno a la palabra "MONTAGNA" (Montaña), que, para empezar, puedo leer como si fuese un acróstico de "Mentre Osservo Natura, Tramonti Antichi Generano Nuove Albe" (Mientras observo naturaleza, ocasos antiguos generan nuevas albas). Casi un poema…
¿A quién no se le ha venido encima nunca la sensación de aquel poeta que dijo "Mientras contemplaba, el alba se convirtió en tarde"? Porque en la montaña sucede que, mientras contemplamos la belleza de un lugar, el tiempo galopa sin que lo advirtamos, uniendo "ocasos antiguos" con "nuevas albas", porque allí arriba el pasado el presente, la geología y la historia, parecen fundirse para regalarnos impresiones y sentimientos únicos. Por ello, el acrónimo de una palabra similar, "MONTE", podría ser “Mentre Osservo Natura, Trovo Emozioni” (Mientras observo naturaleza, encuentro emociones).
De todas formas, también a nuestra lengua, a lo largo de esta historia, le ha gustado siempre "jugar" con los términos de montaña y monte (ambos de origen latino y derivados de una raíz indoeuropea), tan queridos para nosotros, usándolos en curiosas expresiones.
Por ejemplo, "el parto de los montes" hace referencia al resultado modesto o ridículo de una empresa demasiado ambiciosa (recordemos, al respecto, la célebre fábula de Esopo, en la que la montaña da a luz a un insignificante ratoncillo).
También hay quienes siempre tienen una "montaña" de cosas que hacer; por ejemplo, las madres siempre tienen una "montaña" de ropa de sus hijos para lavar; hay quien es pesado como una "montaña"... y necesita de una buena dieta; quien parece una "montaña" y puede ser portero en las discotecas; y quien, en el parque de atracciones, gusta de montar en la "montaña rusa", ese pequeño tren con un recorrido con fuertes desniveles; incluso hay quien sufre del "mal de la montaña", ese conjunto de problemas circulatorios y respiratorios que se dan en los que no están acostumbrados a las alturas (esperemos que se les pase, porque, si no, no saben lo que se perderían). Durante la Revolución francesa, adquirió mucho poder La Montaña (La Montagne), nombre que designaba al partido de los Jacobinos que, en la Asamblea de la Convención Nacional que se reunió el 20 de septiembre de 1792, se sentaba en los bancos más altos de la sala.
Bajemos ahora "al monte" e intentemos no comportarnos nunca como algunos políticos que prometen "mares y montes" y después no mantienen sus promesas y a veces incluso "echan al monte" buenos proyectos y obras.
Quien practica la quiromancia ha de conocer los montes, puesto que así se llaman los abultamientos de la palma de la mano que indican el carácter de una persona. Por su parte, los que tienen dificultades para cuadrar las cuentas familiares saben muy bien lo que son los Montes de Piedad, es decir, los institutos de crédito que conceden préstamos a cambio de objetos dejados en prenda. Pero podría cambiarles la vida gracias a un golpe de suerte inesperado al tocarles en la lotería un "montepremio" estratosférico. Lo importante es que después no dilapiden este regalo en apuestas, haciendo crecer el "monte".
Los jugadores de cartas saben también que el montón de las desechadas se llama "monte" y los jugadores de béisbol llaman "monte" a la plataforma elevada desde la que el lanzador realiza los lanzamientos.
Los golosos como yo no pueden ignorar, por otra parte, que el Montebianco es el exquisito dulce de castañas y nata montada que tanto se parece al Mont Blanc, esa masa de nieve y rocas que domina los Alpes. Y es patrimonio de los anatomistas saber que se llama "monte de Venus" a la región triangular del bajo vientre comprendida entre la ingle y el surco del pubis.
¡Cuántos montes, además, hay en los nombres propios de ciudades y países de nuestra Italia! Montebello y Montecassino, Montecatini y Montepulciano, Montichiari y Montefeltro, Montecarlo y Monterosso... y muchos más.
Algunos llevan los montes y montañas en el apellido, incluidos varios conocidos. En efecto, ¿qué decir del insigne literato Vincenzo Monti (1754-1828), al que Leopardi llamó "poeta de la imaginación y del oído"? Pero también están el escritor piamontés Augusto Monti (1881-1996), el patriota filogaribaldino Giuseppe Monti (1845-1868), el médico y escritor veronés Giovanni Battista Monte (1448-1551). Y no nos olvidemos del pintor bresciano Bartolomeo Montagna (aprox. 1450-1523) ni del grabador vicentino Benedetto Montagna (aprox. 1481-aprox. 1558).
Finalmente, entre los montes están también los valles (del latín volvere, volver) y nosotros, aficionados a caminar por todas partes, no dudamos en "recorrer montes y valles", tal vez solo para contemplar (no arrancar) los hermosos "lirios de los valles": el muguete.
La belleza de estos lugares, por otra parte, es necesaria para olvidar que todos vivimos en un "valle de lágrimas", en un mundo muy a menudo marcado por el dolor.
También en los lagos, de todas formas, hay "valles", es decir, espejos de agua en los que se crían peces y, por desgracia, algunos van a pescar.
Volvamos ahora a los Alpes (nombre de raíces latinas que, en origen, significaba "blanco") para despedir, con las palabras de Petrarca, a nuestra querida Italia, “il bel paese / ch’Appennin parte e ‘l mar circonda e l’Alpe” (el hermoso país / que divide el Apenino y rodean el mar y el Alpe).

Ilustraciones de Kalvellido

 
 
 
 
© 2006-2009 EcodelleDolomiti